6. La comprensión dialéctica del ser. Taller 6

 TALLER 6

6. La comprensión dialéctica del ser

La com-prensión pro-yectiva existencial del ser como poder-ser ad-viniente no es intuición eidética ni concepto. Se trata, en cambio, de una com-prensión dialéctica por la que el hombre se abre al mundo como tal, en su siempre fuyente posición. El término dialéctica no debe hacernos caer en equívocos, y por ello debemos ocuparnos de clarificar su sentido.

Dia-léctica, etimológicamente, significa "co-lección" o "com-prensión que pasa a través de", o "reunión por mediación de la cual". De todas maneras, se trata de un ir-hacia cruzando o atravesando algo abarcante. Día indica ese movimiento trascendental; légein el recoger, reunir, comprender, abarcar.

No se piense sin embargo que tomamos la dialéctica en el sentido kantiano. Kant decía que "hemos dado antes a la dialéctica la denominación de lógica de la apariencia (Schein)" El filósofo de Königsberg distingue claramente entre la mostración sensible (Erscheinung) y la apariencia o ilusión (Schein). El ámbito de la dialéctica trascendental no es otro que el de las ideas de la razón pura que procede, en cuanto a los primeros principios de las posibles cadenas de razonamientos, por paralogismos o antinomias —unas externas y opuestas a las otras— que dejan sumida a la misma razón en la mayor incertidumbre teórica. Por la dialéctica de la razón pura práctica se alcanza algún conocimiento del último horizonte noumenal o de lo en-sí, pero por convicción subjetiva con fundamento objetivo, es decir, con fe racional. El horizonte indicado por la dialéctica es un supuesto que está más allá del orden del saber ético-filosófico. Para nosotros la no-conceptualidad del com-prender no es sin embargo una fe.

 Para Hegel, por su parte, la dialéctica es el movimiento que parte siempre de la unidad inmediata del concepto en sí, al cual se le antepone otro concepto opuesto, para alcanzar la conciliación en una nueva unidad por asunción (Aufhebung) de los dichos opuestos. Es decir, desde el nivel del entendimiento abstracto se pasa al de la negación por reflexión, para llegar por último a la mediación racional positiva (a la negación de negación). El proceso es conceptual, en definitiva, intuición especulativa.

El mundo en cuanto tal, en cambio, no puede ser objeto, es inobjetivable, y por ello no es posible conceptualizarlo, es decir, la conceptualización no es sino una expresión (momento de la interpretación) de lo que a la mano nos hace frente ya dentro del mundo. Mal podría conceptualizarse el mundo si la conceptualización es posible sólo mediante su fundamental pre-posición. Es por ello que se nos habla de una: "comprensión pre-conceptual del ser". No puede ser de otra manera. Del mundo no puede haber tampoco intuición especulativa o saber absoluto. La comprensión del ser es lo supremamente inteligible, tanto por la actualidad del comprensor como por lo comprendido, y sin embargo no es intuición pura ni eidética, ni conceptualización; es un momento distinto, que, por evitar equívocos y denominarlo aproximadamente, lo llamaremos: com-prensión dia-léctica, actualidad primerísima.

El mismo Karl Jaspers nos sugiere esta cuestión con el nombre de "lo envolvente", ya que el proceso de la comprensibilidad cuenta siempre con un límite al que sin embargo puede englobar en el futuro: "Lo incomprensible como el origen de lo comprensible es más que comprensible, es lo que llega a ser comprensible, lo que se ilumina cuando es captado desde lo incondicionado de la existencia".

Históricamente es Husserl quien abre el camino a nuestra problemática. El mundo es el horizonte ya dado en toda experiencia, y por ello se trata de una actuante (fungierende) presencia que de manera anónima da a todo ser y sentido. Pero ese horizonte o esa esencial manera humana de estar dentro de un horizonte (esta horizontalidad, Horizonthaftigkeit) tiene diversos niveles y tipos: el mundo cotidiano (Alltagswelt), el mundo externo (die äussere Lebensumwelt), el último horizonte del mundo en cuanto tal; el pago o mundo familiar (Heimwelt) o el extraño (Fremdwelt); etc. Evidentemente, para Husserl, estos horizontes debían por su parte ser asumidos en la intersubjetividad y, en último término, es la historia universal, que por su progreso teleológico había llegado en el siglo XX, por vez primera, a un ritmo unitario.

"Históricamente lo primero en sí es nuestro presente. Nosotros sabemos siempre ya acerca de nuestro mundo presente y sabemos que vivimos en él, circundados de un horizonte siempre abierto e infinito (offen endlosen) de realidades desconocidas.

Este saber cómo certeza del horizonte (Horizontgewissheit) no es un saber aprendido expreso, que haya estado alguna vez en estado actual, y que hubiera después sido puesto como fondo en el pasado... Todo lo no-sabido concierne al mundo desconocido, que con respecto a nosotros está ya dado como mundo, como horizonte de todas nuestras preguntas". Husserl ha planteado, en su esencia, la cuestión dialéctica: el horizonte más próximo nos abre hacia el más lejano, ya que hay como un movimiento que va hacia lo desconocido, horizonte siempre abierto e infinitamente abarcante. Dejando de lado lo que tenga de subjetivismo esta doctrina, expliquemos ahora lo que significa una com-presión dia-léctica existencial.

El hombre, en la posición cotidiana, se encuentra ya siempre en el mundo al que com-prende por su apertura primera. El horizonte de su mundo es en último término su poder-ser ad-viniente. El poder-ser "futuro" no está dado, sino que se-va-dando por el proceso de totalización nunca totalizado en una inmediatez absoluta. Es decir, el poder-ser al ad-venir es ya el ser-dado o fáctico, lo que nos indica que el poder-ser "ha huido" (fuyente) nuevamente hacia un más allá (día-) desde el cual nuevamente se com-prende (-légein) como renovado e histórico poder-ser. El hombre no tiene una com-prensión estática de sí mismo, sino ex-stática; nunca termina de com-pren-derse en un último-horizonte-ya-dado. Por definición, el poder-

ser ad-viniente nunca está dado y por ello el ser siempre "futuro" le es esencial. Ser "futuro", como presencia-ausente del momento fundamental de la temporalidad, es estar siempre más-allá. Pero ese siempre más-allá (trascendencia o ex-stasis histórico) es el último horizonte siempre fluyente y sin embargo com-prendido. La com-prensión del horizonte fluyen-te, dentro del cual todo me hace frente, es dia-léctica. "La dialéctica... es por ello mismo el desarrollo de la prâxis". El pasaje de lo oculto a la mostración es un proceso fenomenológico; la manifestación de algo comprendido "como algo" es la hermenéutica o interpretación; ambos movimientos son dialécticos y quedan incluidos en uno más abarcante, fundamental y definido: la com-prensión dia-léctica existencial es el modo cotidiano óntico (implícitamente ontológico) por el que el hombre se abre a su último horizonte. Es el despliegue mismo y fundamental de la prâxis. Esta primerísima y fuyente apertura no debe confundírsela con otros tipos de conocimiento.

La com-prensión dialéctica no es el "conocimiento" del racionalismo o idealismo objetualizante. El horizonte es transobjetivo por esencia, es inobjetivable. Está más allá de la conciencia y autoconciencia de Hegel, pero no cae en la pretensión de su razón. Por ello mismo no es un conocimiento como lo interpreta el intelectualismo conceptivo: el horizonte fuyente es inconceptualizable; no es una cosa, no es universal en cuanto abstracto, es universal en cuanto trascendental (y trascendental en cuanto está más allá de todo ente y no en el sentido kantiano del orden objetual transempírico). Pero tampoco debe confundírselo con un irracionalismo voluntarista; esta com-prensión no es un ciego querer. Ni siquiera es una intuición estimativa (Fühlen de Scheler) ni eidético esencial, porque la esencia de una cosa puede ser comprendida (comprensión en su sentido derivado) desde el horizonte trascendental de lo inteligible como tal. No debe confundírsela tampoco con una dialéctica temática o pensada, la posición de la ciencia o la filosofía. La dialéctica com-prensiva existencial es el modo primero y cotidiano como el hombre vive su mundo y se abre a él. La com-prensión fundamental es pre-conceptual; no es estática, a partir de un horizonte dado de una vez para siempre, sino dinámica: es una comprensión en proceso de totalización ad infinitum. Es com-prensión universal, trascendental y concreta (no abstracta). Se trata de un acto supremo de la inteligencia, lo máximamente inteligible, el lumen intellectus agentis, el noûs aristotélico visto con ojos que saben admirarse al proponerse un tema desusual a la interpretación tradicional.

La cuestión es ahora mostrar como el "movimiento regresivo de la experiencia nos hace descubrir la inteligibilidad de las estructuras prácticas y la relación dialéctica que une entre ellas a las diferentes formas de la multiplicidad activa". Toda la prâxis, en sus aparentes contradicciones y multiplicidad, nos indica sin embargo una idéntica estructura y un fundamento, que se descubre en el mismo proceso dialéctico de la com-prensión cotidiana, ya que se remonta de los horizontes más próximos, de los "todos parciales", hacia los horizontes más alejados de "todos totales" (el último de los cuales, como veremos, es el poder-ser ad-viniente de la historia de la humanidad como tal). Debemos nuevamente indicar una diferencia entre el pensar dialéctico y el com-prender cotidiano dialéctico. "El pensar dialéctico va de lo concreto a lo concreto, pasando por lo abstracto, de la síntesis a la síntesis, pasando por el análisis de las determinaciones, del todo global al todo global pasando por todos parciales". La com-pren-sión dialéctica existencial, en cambio, pasa directamente del horizonte concreto al horizonte trascendental concreto sin necesidad de alejarse por un análisis abstractivo del pensar. "No puedo ver —nos dice Jolif— una caja de fósforos: sin ver también sus conjuntos sucesivos que la engloban, unos en otros, y que la sostienen en el ser. Este englobamiento no es operado arbitrariamente por mi espíritu, es como una cualidad de la cosa misma, la veo y la siento: no es lo mismo ver la caja como un todo [abstracto] que como un elemento de un todo más global... Todo campo de experiencia es así, a la vez, un todo y un elemento de otro todo... Captar un objeto, por ejemplo, la caja de fósforos, aislándola de los todos en los que está progresivamente integrada a título de elemento, de elemento del elemento, etc., es impedirme de comprenderla tal como se me ofrece, es pensarla como un concepto estático, que no da cuenta de la cosa real". Aislarla es, justamente, sacarla de la movilidad fluyente de la com-prensión dialéctica para simplemente hacerla objeto de una conceptualización abstracta. En la cotidianidad lo a la mano está siempre integrado en horizontes concéntricos plenos de vigencia (fungierende), con respecto a los cuales me comporto atemáticamente, siéndolos, en la apertura de la com-prensión dialéctica, es decir, com-prensión que se mueve progresivamente hasta los últimos horizontes (el poder-ser-ad-viniente, no sólo mío sino nuestro, y no sólo presente sino el "futuro" histórico que en último término es el de la humanidad) por mediación de los horizontes concéntricos intermedios. Se da esta com-prensión dia-léctica como una Diremtion o Vermittlung, mediación que se mueve, ascendiendo y descendiendo, desde lo más trascendental y abarcante (comprensivo) hasta lo individualmente concreto: la cosa que me hace frente a la mano dentro del mundo cotidiano. Por ello aún la esencia de la cosa concreta "muy lejos de ser inmediata es plenitud de una sucesión de momentos que constituyen su génesis". Lo que la experiencia cotidiana totaliza (nunca del todo), el pensar o la conceptualización deberá analíticamente destotalizar. Existencialmente es desde el mundo como poder-ser ad-viniente histórico-universal desde donde comprendemos lo que nos hace frente, pasando dialécticamente de horizonte en horizonte hasta captar a la cosa concreta. Temáticamente podemos después ascender analíticamente dichos horizontes, movimiento "regresivo" del que nos habla Sartre, igualmente dialéctico. Por ello la prâxis se desarrolla sobre un proceso dialéctico-comprensivo y el mismo pensar es, metódicamente como veremos, dialéctico analítico, ontológico explícito, aunque en este último caso igualmente conceptivo.

Tomemos un ejemplo para analizar ahora, resumidamente, la cuestión de los diversos horizontes concéntricos y fuyentes de la comprensión dialéctica cotidiana, Sartre nos dice que el marxismo ortodoxo ha planteado mal la cuestión dialéctica porque de que "Valery sea un intelectual pequeño burgués no hay duda; pero todo intelectual pequeño burgués no es Valery...El marxismo sitúa, pero no descubre nunca nada". La cuestión es saber de qué manera existencial, cotidiana o concreta "pertenecía a la burguesía". En el caso de Flaubert, "pertenecía a la burguesía porque había nacido en una familia ya burguesa cuyo jefe, cirujano de Rouen, había ascendido por el movimiento de su clase. Si él razona, si siente como burgués, es porque tal se hacía en una época en la que no se podía de otra manera comprender los gestos y las funciones que se le imponían. Como todas las familias, aquella era una familia particular: su madre era noble, su padre era hijo de un veterinario de pueblo, su hermano mayor, el que tenía más capacidades, había sido detestado desde su infancia. Es entonces a través de la particularidad de una historia, con contradicciones propias de esta familia, que Gustavo Flaubert hizo oscuramente el aprendizaje de su clase. El azar no existe o al menos no como se cree: el niño llegó a ser tal o cual porque vivió el universal como particular. Vivió como particular el conflicto entre la pompa religiosa de un régimen monárquico que pretendía renacer y la irreligión de su padre, pequeño burgués intelectual e hijo de la Revolución francesa. Tomado universalmente, este conflicto significaba la lucha de los antiguos terratenientes contra los usurpadores de los bienes nacionales y contra la burguesía industrial". Los ejemplos podrían ser numerosos como los hombres que hay sobre la tierra y los que ha habido. Analicemos ahora un poco lo que esto nos manifiesta.

En primer lugar, podemos ver cómo cada hombre, siendo en su mundo, emplaza su poder-ser desde su facticidad. El cómo "me pueda com-prender poder-ser pro-yectivo y ad-viniente" queda fijado por el cómo "ya-soy como pasado": la facticidad da entonces a la trascendencia una cierta dirección. De esta manera los círculos constitutivos de la facticidad se prolongan en horizontes pro-yectivos ad-vinientes. Por el hecho (facticidad) de que Flaubert pertenecía a tal familia (círculo constitutivo de su ya-sido) es que podrá com-prenderse como poder-ser de esta manera (horizonte trascendente desde el cual Flaubert comprende interpretativamente las posibilidades que se le presentan a diario, condicionado entonces por haber nacido en tal familia de pequeños burgueses).

En segundo lugar, los círculos constitutivos de la facticidad (que incluyen la constitución real y el pasado mundano mío y los horizontes pro-yectivos del ad-venimiento van siendo incluidos unos en otros, desde los más estrechos, hasta el último y más trascendental: desde la mismidad (que incluye, como hemos dicho, la estructura morfológica animal y física, la raza y el temperamento: constitución en el sentido biológico o psicológico), pasando por los grupos del ser-con-otros, hasta llegar a la cultura (como grupo adecuado de comprensibilidad que incluye muchos pueblos pero un solo sistema de útiles, de significatividad), y la totalidad de la humanidad en un presente dado. Estas serían las estructuras ontológicas, que la sociología, por ejemplo, puede estudiar a un nivel óntico estructural presente, de una época. Mi familia, mi pueblo, mi nación, mi grupo geográfico-cultural (América latina), mi humanidad presente son algunos de los círculos concéntricos de la facticidad, porque "la persona vive y conoce más o menos claramente su condición a través de su pertenencia a los grupos". Se trata entonces de las notas esenciales o adventicias constitutivas, constituyentes y constituidas del ser del hombre que sirven de punto de partida factual a la pro-yección de los horizontes del poder-ser. El condicionamiento factual (real y cultural) es asumido en la com-prensión del ser y vivido como mundo. Por ello el haber nacido en una familia concreta significa no sólo un condicionamiento factual, sino igualmente un cierto modo de pro-yección del poder-ser ad-viniente; lo mismo debe decirse del grupo, de la nación, de las culturas, de las épocas de la humanidad. Cada hombre se com-prende, entonces, dia-lécticamente en el sentido que cada útil que a la mano se le presenta dentro de su mundo, es inmediatamente remitido, por un movimiento desapercibido pero no por ello menos vigente, de uno a otro de los horizontes com-prensivos, cobrando así una significación y un sentido determinado por esos horizontes com-prensivos. El hombre integra y remite la totalidad-parcial que sirve de fondo a la comprensión de algo que se le presenta (al cual horizonte parcial fue primeramente remitida la cosa presente) a una Totalidad-total sin embargo nunca del todo totalizada. Es que, si como hemos dicho, el hombre es esencialmente in-clauso, poder-ser, dynatós, ningún horizonte puede ser el último.

En tercer lugar, y por todo ello, dentro ya de la temporalidad como historicidad, el hombre tiene de sí mismo (en tanto uno y en tanto nosotros) una "comprensión dialéctica de la historia, que no permite elaborar un sistema especulativo, y que no conduce tampoco a una visión escatológica, a una anticipación conceptual del porvenir", simplemente, porque dicha comprensión no es nunca conceptual sino dinámicamente dialéctica. Es decir, el último horizonte es siempre el poder-ser ad--viniente ("futuro": lo que me com-prendo ahora poder-ser, en el por-venir) que se da en la com-prensión dia-léctica como movimiento de totalización histórica, historia que nunca termina, sino en el caso de cada uno (con su muerte), en la humanidad como historia universal. De esta manera la comprensión del ser, que al comienzo pudo parecer sumamente abstracta, ha terminado por ser, nada menos, la concretísima y supremamente apertura del hombre a su propio ser en la modalidad de poder-ser ad-viniente e histórico de la humanidad como historia universal. El ser humano sitúa entonces siempre e inevitablemente, de alguna manera, su propio ser en el seno de la totalidad humana: el ser es decisivamente el ad-veni-miento de la humanidad en la historia universal.

A modo de conclusión de este capítulo primero, podemos simplemente repetir lo ya dicho en el curso de la exposición. El fundamento a priori de la ética y de la misma prâxis cotidiana es el ser del hombre com-prendido dia-léctica, existencial y pro-yectivamente, principalmente como poder-ser ad-vinien-te, que en su último horizonte es el télos mismo de la humanidad como historia universal. Esta es la perfectio o el llegar a ser lo que se puede-ser. Pero es más. Ese ser como poder-ser ad-viniente, com-prendido dia-lécticamente en posición existencial, es idénticamente el deber-ser. El idealismo ha separado, en su desquicio, el ser del deber-ser. Pero real y ontológicamente el poder-ser es el fundamento del deber —como veremos en el próximo capítulo. El deber-ser no es el objeto o tema del deber, sino que, a la inversa, el deber-ser como el ser en tanto poder-ser es el fundamento del deber, que no es sino la necesidad con que se me impone por ob-ligación algo a obrar, en vista a que el poder-deber-ser ad-venga. La distinción entre poder-ser y deber-ser sólo se funda en cuanto que se lo remita al no-todavía del ser en la temporalidad, o a la ex-igen-cia que el mismo ser impone a las mediaciones que pro-curan obrarlo. El fundamento es entonces la eudaimonía, la perfectio, el bonum commune universalis, el deber-ser, es decir: el ser, en cada caso el mío, el de la humanidad como historia universal com-prendido dia-lécticamente por "el hombre de la calle" en su más ingenua y cotidiana actitud. Por ello, la dignidad del hombre consiste en el "ser llamado (gerufen) por el ser en la salvaguardia de la verdad del ser. Este llamado ad-viene como pro-yección, en la que se origina el estar-arro-jado del Ser-ahí". En efecto, es desde el horizonte que hemos resumidamente planteado en este capítulo que el hombre está arrojado a ser sus posibilidades en el mundo.