La comprensión como “poder ser” TALLER4

 TALLER 4

4. La comprensión como “poder ser”

El fundamento al que la com-prensión abre el acceso es el ser mismo, sea en el orden de la manifestación mundana de la verdad del ser, sea en el orden de la constitución de la realidad del ser. El orden de la constitución —tal como la hemos indicado— es un más allá del horizonte trascendental del mundo, un prius concomitante al orden del des-cubrimiento. Esta com-prensión es el fundamento de la prâxis y todo conocer o pensar temático lo supone. Pero esta com-prensión no es una intuición evidente, es decir, lo com-prendido o abarcado no se manifiesta totalmente a la visión del hombre (e-vidente), sino que el ser com-prendido se retira como un horizonte que cuando se lo quiere captar como ente se ausenta nuevamente como fondo desde el cual. Esta com-prensión existencial del ser en cada caso mío se torna así el mejor signo de la finitud del hombre.

"La experiencia específica de la finitud se presenta al mismo tiempo como una experiencia correlativa de limitación y de trascendencia del límite". Los entes son simplemente finitos, limitados; el hombre, en cambio, tiene como modo fundamental de ser la finitud. ¿Y esto por qué? Porque el hombre no es el Absoluto infinito, pero tampoco lo finito acabado o totalmente dado. El hombre tiene como signo de su ser una esencial intotalización; es en su ser un movimiento de totalización nunca acabado. Entre el Infinito perfecto y lo-ente-dado se abre un nuevo ámbito, el hombre penetra dicho ámbito: el mundo. Sartre ha descrito este hecho de manera personal y al mismo tiempo poética.

La experiencia de la náusea se produce, para Sartre, cuando nos enfrentamos a lo ente en bruto previo a la apertura del mundo: "De repente se hizo claro como el día: las cosas se habían revelado repentinamente... quedaban masas monstruosas y blandas, en desorden, desnudas en una extraña y obscena desnudez". Es lo ente (en-soi) como totalidad finita totalizada, dada, siendo lo que mera y fácticamente es. Por el hombre, sin embargo, emerge otro ámbito que Sartre denomina la nada (le néant) de ente: "Es necesario que la Nada sea constituida en el corazón del Ser [= lo ente]... Es necesario que exista un ser por el que la Nada venga entre las cosas... El hombre se presenta como el ser que hace emerger la Nada en el mundo, en tanto que está afectado a sí mismo de no-estar (non-être) en su fin... A esta posibilidad de la realidad humana de segregar la Nada que lo aísla, Descartes, a partir de los estoicos, le ha dado un nombre: libertad". El mundo, en cuanto no "este" ni "aquel" ente, en cuanto "ningún" ente en particular es negación. De esta manera estamos ya introducidos en la cuestión. El mundo es un ámbito de trascendencia a lo meramente ente-dado, porque el hombre no sólo es un ser factualmente dado, sino que, igualmente y por esencia, es un ser intotalizado; es un poder-ser; es finitud. Entre lo que ya es y el poder-ser se abre un abismo: el mundo de las posibilidades (tema del próximo capítulo), la nada sartreana.

La finitud como modo intotalizado de ser se funda en el com-prender que el hombre tiene de sí mismo como poder-ser. Por ello la "comprensión es la esencia más íntima de la finitud". Sobre el fundamento de la comprensión existencial el hombre viene a ser el más precario de los entes; su ex-sistencia se torna un riesgo y el poder-ser puede llegar a no-ser. La experiencia de la angustia ante la propia muerte es una posibilidad de autentificación que deja en claro mi finitud. La muerte se muestra como lo contrario a la Totalidad totalizada. Sin embargo, la muerte y la Totalidad-dada, son el círculo dentro del cual el hombre se com-prende a sí mismo. "La Totalidad no puede ser pensada en ella misma ni puede recibir un contenido positivo: designa más bien un horizonte inaccesible [y, sin embargo, presente]". El hombre nunca puede com-prenderse como un entetodo, sino que siempre es un no-todo, un ente no totalizado, inclauso, abierto. El hombre no está dado como una piedra; se-va-dando, pero no como se va dando la planta en su crecimiento. El se-va  dando del hombre es radicalmente diverso, es un modo de ser que le es esencial. Cuando una planta llega a su madurez da un fruto, llega a su plenitud, a su fin. El hombre, en cambio, mientras es un ente que es, no ha alcanzado nunca su totalidad. El hombre como totalidad realizada es imposible, porque su fin (télos) se le escapa de las manos como un horizonte que va siempre más allá: es inaprehensible. El hombre es poder-ser (Sein-können, dynatós: no en el sentido que es fuerte, que es rico o pudiente, sino en tanto que puede-todavía ser "algo" sobre lo que tiene un dominio que deberemos describir; se trata del finito señorío de la prâxis). Por ello el hombre es un ser abierto, que se trasciende a sí mismo, que está delante de sí como facticidad. La pre-ocupación es un modo fundamental del pre-ser-se (un estar como anticipando proyectivamente su propio ser que ad-viene). El hombre no es totalidad dada; es apertura a la Totalidad. Es finitud. Alguno podría pensar que al llegar al fin de la vida, con la muerte, el hombre alcanza la totalidad, como la planta el fruto. Pero no es así, la muerte fáctica indica simplemente que alguien ha dejado de ex-sistir, de ser en el mundo. El "hombre de la calle", el "científico" interpretan y trivializan el hecho de la muerte para guarecerse de su inquietante interpelación. En efecto, la muerte es reducida a un mero "hecho" por el científico, o a la "noticia necrológica" del diario por el hombre de la calle: "al cabo también uno morirá". La muerte propia, la que como algo presente nos remite al irrevocable no-estar-ya-en-el-mundo, se trata de un horizonte ontológico. Ella nos manifiesta también que aún en el término de nuestro ex-sistir, siempre, el hombre será in-clauso (la Unabgeschlossenheit). Este in-acabamiento o no-totalización (Unganzheit) esencial nos indica que siempre falta algo al poder-ser. El hombre, por su finitud, es un poder-ser ad infinitum. El "ser in-totalizado abierto a la Totalidad" es un existenciario que abarca el "ser para la muerte" y que define el poder-ser.

La tentación permanente del hombre es superar la finitud por la inmediatez. El hombre cae siempre en la tentación de ser Dios; Totalidad realizada en la inmediatez. Intuición absoluta y cierta, translúcida y sin fisuras. Sueño del idealismo absoluto de Fichte ("yo, como sujeto absoluto") o de Hegel ("das absolute Wissen"). En este caso la com-prensión del ser sería intuición cierta; sería el ego cogito que tiene certeza del propio sujeto. Sin embargo, la realidad de la finitud humana, como poder-ser, es muy otra. La com-prensión del ser, que es com-prenderse como pudiendo todavía ser algo más de lo que ya se es, "es vivida en la ambigüedad". El poder-ser no es una dimensión humana que pueda ser captada por la inteligencia teórica o inmediata, con evidencia o certeza. Por el contrario, debe situarse como el último horizonte existencial: la com-prensión cotidiana y fundamental tiene que habérselas con el ser, en cada caso el mío, que incluye en su estructura esencial el poder-ser. Dicho poder-ser, aunque com-prendido, nunca es apresado en la inmediatez. Por el contrario, como fondo desde el cual todo se nos avanza y dentro del cual todo nos hace frente, el poder-ser es intentado por el movimiento de totalización que es un pasaje nunca acabado de mediaciones. La mediación es lo contrario a lo inmediato. El ser del hombre nunca puede ser aprendido por el "pensar", como se lo imaginaba el idealismo o la metafísica moderna. Sin embargo, la com-prensión es un aprehender y el horizonte del poder-ser es la luz que ilumina todas las posibilidades que desde él se abren. No hay que confundir ceguera con in-objetividad. El poder-ser no puede ser objeto porque es el horizonte sobre el cual todo se recorta y, sin embargo, está allí, presente en su ausencia. Es com-prendido como lo último y, por ello mismo, nunca captado como una cosa, como un útil. El hombre tiene entonces ese poder-ser que no es la mera dynamis de las cosas (una semilla puede-ser un árbol); plano óntico o de la realidad infra-stante. El hombre tiene un poder-ser (que no por ello deja de ser dynamis en el sentido aristotélico: óntico o real) que es asumido en el horizonte ontológico, y en este nivel al que el hombre se abre, en exclusividad, la dynamis óntica se convierte en el poder-ser de una finitud mundana que se des-vive por lo que le pre-ocupa: su ser que le ad-viene como poder-ser. Se abre así a sus pies un abismo: entre su ser ya-dado fá-cticamente y su poder-ser, y queda como en medio de dos bordes de un precipicio nunca franqueable, queda el hombre sin defensa ni escapismos abierto al mundo: "El hombre es una cuerda tendida entre la bestia y el hombre que se trasciende (Uebermensch), una cuerda sobre el abismo. Un peligroso viaje, un peligroso retorno sobre sus pasos, un peligroso permanecer en el mismo lugar. Lo grandioso del hombre es que no es un fin sino un puente: lo que puede ser amado en el hombre es que es un pasaje ascendente o una decadencia".

La otra orilla infranqueable es el poder-ser realizado, la Totalidad totalizada, el saber absoluto, la intuición clarividente del fin. El hombre en cambio camina en la ambigüedad del "finito-comprensor" ante el misterio.

El hombre entonces está como rasgado en su propio ser. Este como desdoblamiento no es un hecho psicológico, es una estructura ontológica o esencial al hombre mismo. El ser del hombre está traspasado de negación (negatividad que, se opone a la pura positividad de lo dado, y más todavía de lo totalmente inmediato). La negación (el poder-ser que jamás puede ser totalizadamente) lanza al hombre en el movimiento de sobre pasar todo lo que le hace frente y le atrae a la identidad, reconciliación acabada del ser con el poder-ser, inmediatez dada de una vez y sin límites. Esta nostalgia y aspiración a la Totalidad permite al hombre continuar su movimiento de trascendencia. Es sólo reconociéndose como finitud, en su com-prensión no intuitiva ni evidente del propio ser como poder-ser, que el hombre escapa al fracaso más rotundo: el creerse investido de la quietud del que es todo-ya. Es la tentación de volver al estado de naturaleza, de ser meramente cosa; es el terror a la historia, el miedo a la libertad; es la desproporción de creerse Dios, con lo cual se oculta una baja instrumentación de lo divino pretendidamente tal. "El sueño de la inmediatez no es jamás inocente: el que se abandona en esto se pierde enteramente, porque la relación que lo liga a las determinaciones permanece real, pero en adelante ella es empobrecida porque no puede contar ya con la negación fecunda que es la sola que puede salvar la apertura infinita del ser humano".

La com-prensión de la que venimos hablando, en su sentido primario o fundamental (ver el § 2), es el abrirse al círculo mismo del mundo como tal, pero ahora podemos agregar que dicho horizonte no es sólo un ser-dado, sólo un estar-siendo (ver el § 3), sino que siempre, en el caso del hombre, es un poder-ser. Porque la com-prensión fundamental, que es apertura misma al mundo, es apertura al ser del hombre como poder-ser es que captamos (sentido derivado de la com-pren-sión) lo que nos hace frente dentro del mundo como posibilidades. "Las cosas" o "útiles" que nos rodean dentro del mundo no son meros entes ante un com-prensor que sólo ya-es. Dichos "útiles" a la mano son momentos del mundo de un com-pren-sor-de-su-poder-ser, y porque es un "com-prenderse como poder-ser" es que todo lo que le enfrenta es trastrocado en cosa-sentido, cosa-en-referencia-a, cosa que "posibilita" el po-der-ser, cosa que no consiste en su ser cerrado sino en su estar dentro de un plexo de sentido en vista y fundado en el "como me comprendo poder-ser". El ser mismo de lo intramundano es posibilidad, porque el horizonte de com-prensión es poder-ser. No se crea, sin embargo, que ese poder-ser es abstracto o universal; es siempre y en cada caso ya situado desde la fáctica posición del ser ya-dado del hombre que puede-ser. El poder ser es el horizonte concreto, histórico, existencial que se abre al hombre en situación; horizonte intransferible, único.

DIOSES HINDUES, Taller 5

TALLER 5

 DIOSES HINDUES

Vea el video. 

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Dibuje y diga las caracteristicas de cada Dios.


3. LA COMPRENSIÓN DEL SER, TALLER 3

 TALLER 3

3. LA COMPRENSIÓN DEL SER

Echemos mano de un texto de Aristóteles que podrá servirnos para internarnos con el pensar en el tema que nos ocupa. El fundador del Liceo decía en el Tratado del alma III, 5, que debe distinguirse "por una parte, el intelecto que puede llegar a ser todas las cosas, y, por otra, el [intelecto] que produce (poieîn) todas las cosas, porque es una capacidad que opera como la luz (fôs); pues, en cierto sentido, la luz convierte los colores en potencia [en la oscuridad] en colores en acto [al ser iluminados]" (430 a 14-17). Estos dos momentos son, exactamente, los dos momentos de la com-prensión (como circumy como -prendere). El intelecto que "produce todas las cosas" es el primer movimiento por el que el hombre se abre al mundo en cuanto tal, por el que abarca el ámbito iluminado de inteligibilidad, su propio horizonte dentro del cual todo es aprehendido en su ser. El ser se manifiesta por la luz ("intelecto agente") que ilumina a todo lo que gracias a él cobra presencia, se avanza a la presencia (no como objeto sino como a la mano, como útiles o posibilidad, como lo nocible o utilizable). El hombre no habita el oscuro ámbito estimúlico del medio animal, sino que iluminando las cosas en su ser habita el mundo. De la oscurísima noche sin estrellas del caos del sin sentido y lo ininteligido, el hombre emerge como el origen que se abre desde el ser. De la nada de inteligibilidad surge el hombre en su mundo, surgimiento que es un encuentro (coparticipación: Ereignis) entre el hombre y el ser. El hombre es el único ente en el cual el ser se revela. Esta manifestación es la apertura del hombre al mundo que por su parte ha abierto la luz del ser.

Una vez desplegado el mundo, como horizonte iluminado, el noeîn o com-prensión capta a las cosas-sentido que le hacen frente dentro del mundo en lo que son. Es decir, por la comprensión el hombre se asimila a lo que las cosas-sentido son. El hombre "se hace" ahora lo que está en su mundo. Más, el hombre es su mundo, es decir, "el alma es en cierta manera todas las cosas" (Ibid. III, 8; 431 b 21). El hombre es su mundo; es lo que en él se encuentra de manera intencional; lo que son las cosas en su inteligibilidad existencial. Es com-prensión entonces de lo que las cosas son dentro del horizonte del ser.

¿De qué ser hablamos cuando nos referimos a la com-prensión del ser? ¿Qué significa que el hombre sea el único ente al que el ser se manifiesta o que pueda des-cubrir el ser? En un primer momento la respuesta es simple. Las cosas son pero no pueden com-prender su ser, su ser en bruto. Dios crea las cosas pero no las comprende38. Sólo el hombre es y com-prende su ser. Las cosas simplemente son; sólo el hombre las abarca o comprende dentro de un horizonte onto-lógico: dentro del ser captado (implícitamente en la actitud existencial cotidiana).

Los griegos fueron los primeros que descubrieron explícitamente el nivel ontológico: los entes desde el horizonte del ser. Porque el ser, siendo lo supremamente obvio es sin embargo lo mas difícil de discernir temáticamente: "La fysis [el ser] ama ocultarse (kríptesthai)" decía Heráclito39. El ser es el horizonte dentro del cual todo cobra forma o sentido: "Es necesario seguir lo que es de todos [el ser], esto es, lo común. Porque lo que es de todos es común. Aunque el lógos [la com-prensión del ser] es lo que es de todos, los más (hoì polloí) viven como si tuviera cada uno su propia (idían) sabiduría"40. "La sabiduría consiste [en cambio] en prestar atención al enunciar (légein) y obrar a fin de des-cubrir (alethéia) según la fysis el ser]"41. Para Platón el ser es la idea (figura inteligible) que la inteligencia descubría participada en los entes; para Aristóteles es fundamentalmente la ousía, es decir, la presencia permanente de aquello de los entes que puede ser comprendido por el intelecto. Para la Edad Media el ser, a partir del horizonte del creador, tiene la doble significación del esseipsum que se participa como esse creado (ex-sistencia), y el ser en el sentido aristotélico de lo inteligible esencial de la cosa. Cuando Heidegger replantea la cuestión en Ser y tiempo (§§ 1-8) ésta es ahora por primera vez situada dentro del horizonte explícito de la temporalidad, como un momento supremo dentro de la historia de la ontología. "El ser es el acontecimiento fundamental, sobre cuya base puede surgir el hombre histórico en medio del ente, revelado en su totalidad"42. El ente no se da sin el ser. El mundo es el orden trascendental u ontológico del ser. Sin el hombre no hay mundo, en el sentido que el hombre se abre al mundo que por su parte es un ámbito que se despliega desde el ser. Los entes no son el mundo, sino lo que nos enfrenta dentro del mundo a nuestra com-prensión, interpretación, pre-ocupación..., dentro del orden del ser, dentro del orden de la inteligibilidad. El mundo como ámbito de la com-prensión significa el horizonte dentro del cual todo ente se muestra con una cierta referencia (Verweisung) a lo que constituye fundamentalmente dicho orden: el ser, desde el cual el hombre se abre al orden de la inteligibilidad. El ente en bruto no puede ser comprendido en su ser mientras no esté integrado a la estructura de un mundo43. Por ello, y repitiendo, el hombre es el único ente que com-prende el ser44. Pero, una vez más, no debemos olvidar que esta com-prensión no es pura teoría, sino posición existencial, es un des-cubrir "posibilidades propias del hombre: constituir el ser de los entes equivale a comprender estos entes en función de las posibilidades [mundanas] de existencia del hombre mismo. Se com-prende el ser de las cosas cuando éstas son integradas y proyectadas en el interior de nuestras propias posibilidades"45.

Ese ser del que venimos hablando es, fundamental o básicamente, el mío, mi propio ser, el del hombre que yo soy. Esto nos introduce en una nueva cuestión de importancia determinante para toda ética posible. Sartre nos ha habituado a escuchar aquel "el hombre no es otra cosa que lo que él se hace"48, o de otra manera: "el hombre sin ningún apoyo ni socorro está condenado en cada instante a inventar al hombre"47. Se trata de la famosa tesis de que la existencia precede a la esencia. Sin embargo, como lo indicamos al fin de Para una de-strucción de la historia de la ética, § 21, el hombre no produce el ser del hombre, sino que el ser se impone al hombre, el ser del hombre es el a priori con el que no puede sino contar el hombre cuando cobra noción de que ya lo tiene "a cargo". El hombre podrá ser más de lo que al nacer recibió como su ser, por mediación de la prâxis, pero nunca podrá dejar de ser lo que mya es, ni tampoco podrá ser radicalmente otro. Variará algo en el hombre pero será el mismo ente. Esta mismidad es ya eln ser. Esta mismidad no es inalterable; en el caso del hombre es prácticamente alterable. En este sentido "el ser no es un producto (Produkt) del hombre"48. sino que el hombre es el “pastor del ser”49, aun en el caso de que dicho ser sea el propio.

Esta com-prensión primerísima nos ha sido sugerida ya por Aristóteles, aunque no implícitamente aplicada a nuestro tema. Cuando habla de la intuición sensible (II Analit. II, 19) indica que de manera semejante se da una comprensión de lo "primero en absoluto" (prôton kathólou; 100 a 16), el ser como fundamento de los principios mismos en último término, y esa primerísima comprensión (estudiada en función teórica y como fundamento de la ciencia) es el noûs (Ibid., b 8), que capta lo supremamente inteligible (gnorimóteroi), principios indemostrables de todo conocimiento científico. De igual manera, debemos analizar la "comprensión del ser" en cuanto tal50. "Sobre el fundamento de la comprensión del ser es el hombre el Ahí (Da) (el mundo), con ese su ser acontece en lo ente (das Seiende) la irrupción (Einbruch) [emergencia o salto] de la apertura (der eröffnende...), y así el ente en cuanto tal puede llegar a la manifestación de un ente que es para-símismo"51.

La com-prensión, como hemos dicho, tiene dos momentos. En primer lugar, la apertura fundamental existenciaria al mundo como tal. En segundo lugar, y derivadamente, la captación de lo que nos hace frente dentro del mundo como posibilidades en la consecusión existencial o práctica de nuestro ser previamente com-prendido de manera fundamental. De esta manera hay primero una comprensión del mundo como tal que "deja ser", por su anterioridad, al ente en el mundo. "Dejar ser previamente no quiere decir empezar por dar el ser a algo, produciéndolo (herstellen), sino des-cubrir algo, en cada caso ya ente [en el mundo], en su ser a la mano, y así permitir que haga frente el ser de este ente"52.

Pero si la com-prensión es el acceso existenciario al ser, debemos nuevamente preguntarnos, aunque sea de manera provisoria pero no por ello menos radical, lo que el ser sea en nuestro caso. En la comprensión que interesa a la ética como su fundamental acceso se trata del ser del hombre, el ser en cada caso mío. Es decir, si es fundamento significa que es a priori, que cuando he sido lanzado al ex-sistir ya se me había dado. Es que el comenzar a ex-sistir no es sino el comenzar a "hacerme cargo" del ser mío recibido bajo mi responsabilidad ("responsabilidad" no viene de responder a sino responder por-ante). El hombre no es simplemente, como los entes que le hacen frente y no son hombres, una sub-stancia, sino que es una supra-stancia. Con el término supra- queremos indicar que el hombre no es simplemente, sino que a su propio ser lo tiene bajo su com-prensión, bajo su responsabilidad. Si lo tiene bajo quiere decir que de alguna manera está sobre. El primerísimo momento de tener-lo mismo, es decir, de estar ya abierto desde la supra-stancia a su propio ser es la comprensión. Mi ser es lo que yo soy. El ser del hombre es lo que el hombre es. Ese lo que, en tanto manifestado al des-cubrimiento de la com-prensión es el fundamento desde el cual el mundo es mi mundo, y los entes son mis posibilidades, útiles a la mano. Lo que soy en tanto manifestación es un momento, el primero en el orden fenoménico ("lo que se muestra por sí"), pero no el único. Lo que soy en el orden de la manifestación del ser es antes, aunque posterior o concomitante en el orden de la manifestación, lo que soy en el orden de la constitución real. No es lo mismo "manifestación" que "constitución". En este caso constitución es tomado no ya en el sentido husserliano sino en el sentido que se le da al término en biología por ejemplo (claro que aquí traspuesto al orden meta-físico). Lo que el ente o el hombre es, en el orden de la manifestación del ser o en el horizonte mundano de la comprensión, es lo que el ente o el hombre es, previamente, en el orden de la constitución real o en el ámbito transversal de la realidad como tal. Dos vertientes tiene, entonces, lo que algo es: a) su manifestación mundana y b) su constitución real. La manifestación es previa en el orden de la presentación; la constitución es previa en el orden real. Esta cuestión no puede ser analíticamente esclarecida aquí53, pero significa la superación no sólo de la metafísica moderna, sino igualmente, y, todavía, de una no cabal comprensión del ser del hombre54.

No es entonces que desde la existencia se construya la esencia (Sartre) o que la esencia por la existencia se haga real (interpretación tradicional), sino que en la ex-sistencia se le manifiesta al hombre su ser por la comprensión des-cubridora en el mundo, que no es sino la mostración de la previa constitución de lo que el hombre es en el orden del cosmos, metafísico.

Nivelaciones Primer Periodo

 CIENCIAS POLÍTICAS

Nivelaciones Primer Periodo

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PANEL 1

Curso La Paz Total: avances logros y perspectivas. Otty Patiño. Consejero Comisionado de Paz Diana Sandoval. Asesora de la Consejería Comisionada de Paz Mauricio Silva. Asesor Consejería Comisionada de Paz.

PANEL 2

Mesa de Diálogos de Paz con el Ejército de Liberación Nacional - ELN

PANEL 3

Mesa para la Co-construcción de Paz Territorial en Nariño

PANEL 4

Mesa de Diálogos de Paz con el Estado Mayor de los Bloques y el Frente (EMBF).

PANEL 5

Mesa de Diálogos de Paz con la Coordinadora Nacional Ejército Bolivariano.

PANEL 6

Espacio de Conversación Socio-jurídico para la Paz Urbana en Medellín y el Valle de Aburrá.

PANEL 7

Espacio de Conversación Socio-jurídico para la Paz Urbana en Buenaventura

PANEL 8

Conversaciones con las Autodefensas Conquistadores de la Sierra Nevada (ACSN)

PANEL 9

Acercamientos con el Clan del Golfo (Autodenominado Ejército Gaitanista de Colombia)

PANEL 10

Paz Total y seguridad humana desde la mirada del CCOET y UNIPEP

PANEL 11

Cuatro miradas a la Paz Total desde la academia.

CUESTIOPNARIO

1.       Vea uno de los paneles propuestos.

2.       Realiza un resumen.

3.       Identifique cada uno de los actores.

4.       Consulte una reseña histórica de cada actor.

5.       Realiza un ensayo mostrando tu postura respecto al tema. Dos páginas.

 

HINDUISMO TALLER 4

TALLER 4

HINDUISMO

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https://www.youtube.com/watch?v=SeRq-wwoWoQ

1.            ¿Qué es el hinduismo y en qué creen?

2.            ¿Cuáles son las 7 creencias del hinduismo?

3.            ¿Qué enseña el hinduismo?

4.            ¿Cuál es el libro sagrado de los hindúes?

5.            ¿Qué es lo más sagrado del hinduismo?

6.            ¿Cuáles son las prohibiciones del hinduismo?

7.            ¿Quién fundó el hinduismo?

8.            ¿Cómo se llama el libro sagrado del hinduismo?

9.            ¿Cuál es el símbolo del hinduismo?

10.          ¿Qué adoran el hinduismo?

11.          ¿Cómo ven a Dios los hinduistas?

12.          ¿Qué predica el hinduismo?

13.          ¿Qué dios sigue el hinduismo?

14.          ¿Qué creen en el hinduismo?

15.          ¿Cuáles son los mandamientos del hinduismo?

16.          ¿Qué es el pecado en el hinduismo?

17.          ¿Qué alimentos están prohibidos en el hinduismo?

18.          ¿Qué hay después de la muerte según el hinduismo?

19.          ¿Cómo vivir una buena vida según el hinduismo?

20.          ¿Qué nos enseña el dios hindú?

 


2. La com-presión existencial, TALLER2

 TALLER 2

 2. La com-presión existencial

 De lo que se trata ahora es de llegar a la fundación de la moral28, pero superando los supuestos de la metafísica moderna de la subjetividad. Esta tarea de la ética será tema de los tres primeros capítulos de esta obra.

El tema de la ética no es alcanzado por una reducción que lo presenta como una esencia pura, tal como lo pensaría Husserl y su escuela. Por el contrario, dicho tema se encuentra en la más simple cotidianidad, en nuestro modo habitual de vivir. La tarea de la ética es justamente describir la estructura ética que el hombre vive en su situación histórica vulgar e impensada. Lo difícil es no violentar la situación de cotidianidad que debe siempre revestir dicho tema. Si nos dejamos llevar por la propia actitud temática que ejercemos al pensar el tema ético podemos igualmente "sacar" al hombre, que es nuestro tema, de su cotidianidad, y "tornarlo" a él mismo sujeto de un pensar acerca de lo ético. De esta manera distorsionaríamos ya el tema mismo y la cuestión fundamental no pasaría desapercibida —como se le ha pasado sin ser pensada a la metafísica moderna de la subjetividad temática.

El punto de partida de la ética no puede ser el ego cogito de Descartes, el Ich denke de Kant, ni el ego cogito cogitatum de Husserl. Es que el "yo pienso" es ya un modo, y no el fundamental, por el que me enfrento por el conocimiento a objetos. Sin embargo, yo no soy primeramente un sujeto que conoce objetos; antes, el hombre es un ente que poseyendo como nota propia la comprensión del ser se abre al mundo dentro del cual no le hacen frente objetos sino simples cosas que cotidianamente manipula. Para estas cosas que manipulamos cotidianamente los griegos tenían un término: tà prágmata, que era aquello que usa el hombre en su modo propio de existir, en la prâxis. El modo cotidiano de "habérnosla" con prâgmas

o útiles (cosas-sentido), no arrancadas de su diario significado, de su pragmidad atemática (Zuhandenheit), no puede identificarse al modo objetual (Vorhandenheit) por el que alguien se enfrenta temáticamente a la cosa-sentido transformada así

no en algo que usa, a la mano, sino en algo que se le presenta (ob-jectum) a una consideración subjetual. El punto de partida será el hecho originario en la totalidad de que el hombre es un ente en cuya esencia le va el estar, desde que es, arrojado

al mundo. Este será el primum factum ontológico en el que se podrá descubrir la estructura que piensa la ética29.

En los últimos años de su vida, Husserl, fue cada vez más insistente en cuanto a replantear la cuestión de la Lebenswelt (el mundo de la vida cotidiana)30, problema que aunque estudiado ya antes por él debió preocuparlo desde el tratamiento que recibiera en Ser y tiempo. La Lebenswelt de Husserl no es el ser-en-el-mundo de Heidegger31. De todas maneras, se trata de un modo ingenuo (naiv) de ser ya en dicho mundo. La ingenuidad de un "hombre primitivo"32, la de un azteca o un inca por ejemplo, consiste en unificar el mundo cultural con la naturaleza, lo cósmico con lo social, reduciendo la duración al tiempo mítico y la distancia al espacio igualmente mítico. La ingenuidad del "hombre de la calle" (actual y "civilizado"), aunque haya alcanzado de alguna manera una cierta actitud crítica, no por ello está exento de toda ingenuidad. Su "ingenuidad segunda" acepta como obvias las estructuras significativas de su mundo con total seguridad e igual irresponsabilidad. El "científico" alcanza por su parte un tercer tipo de ingenuidad, ya que su estar en un mundo, el sentido de los axiomas de los que parte, el proyecto o comprensión existencial de su quehacer específico le son igualmente comprensibles de suyo y nunca los ha hecho tema de su pensar, porque la ciencia por definición no puede pensar sus supuestos. Llamamos a estas actitudes ingenuas en cuanto son modos de ser en el mundo sin haberse críticamente hecho cargo de ellas. Estamos en el mundo cotidianamente, atemáticamente, de manera absorta, perdidos en el uso de los útiles, abiertos sin reflexión al quehacer pragmático de lo cotidiano. El tema (esta

palabra viene del verbo griego títhemi: poner a discusión un asunto) de la ética es el hombre ingenuamente caído en la cotidiana existencia. Ese estar en el mundo sin haber tematizado ni el hombre en cuanto tal, ni el mundo, ni el ser de lo que nos rodea, ese enfrentarnos simplemente a entes es lo que denominaremos posición o actitud existencial (existenziell). El que nos interesa es el hombre que se encuentra ante casas, árboles, hombres, montañas, astros. Se trata de una situación prefilosófica, una situación que es ella misma el tema de la filosofía, situación, sin embargo, en la que el hombre se trasciende cotidianamente33. "Situación" es un estar situado de esta manera (un factum y de allí que toda situación es un momento de la facticidad humana) en el sitio de la existencia: "mi" mundo. Siempre e inevitablemente el hombre está en una situación; es decir, siempre está ya en su mundo, ahora y aquí, en el kaíros de su intransferible existir. Esa situación cotidiana es lo que llamaremos "situación existencial": en cuanto "situación", es facticidad o determinación; en cuanto "existencial", es un modo de trascender. Esa situación existencial es el tema provisional de nuestra investigación. Ser en el mundo cotidianamente, situado en dicho mundo fácticamente trascendiendo en él ante entes34.

El modo cotidiano como el hombre es en el mundo ha sido llamado desde los griegos con el nombre de prâxis. La prâxis como lo veremos más adelante, no es un modo sino el modo de ser en el mundo. No se está primeramente en el mundo en posición teórica o contemplativa y después practicando o llevando a la práctica lo ya pensado. Por el contrario, el modo primero de ser en el mundo es la prâxis y sólo desde ella y por razones existenciales el hombre alcanza la actitud teórica.

Lo existencial y lo práctico, la prâxis y la existencia cotidiana son términos que se sitúan a un mismo nivel, ya que la prâxis es el modo como el hombre se trasciende usando prágmata (cosas-sentido o útiles) en vistas a obrar su propio ser. El sentido último del quehacer que manipula útiles (los griegos lo hubieran denominado poieîn o téjne) es el mismo hombre: ese obrar-se usando útiles es la prâxis; es decir, esa actitud existencial ante entes a la mano cotidianamente tiene al mismo hombre como fundamento de pro-curación (el hombre se pre-ocupa por las cosas pero pro-cura esas cosas en vista del hombre mismo). La ex-sistencia35, entonces, como tema de la ética será retenida en su modo cotidiano, existencial, práctico, que son nombres diversos para designar el modo del ser en el mundo que ahora nos ocupa.

La situación hermenéutica (o lo a interpretar que es el tema de nuestra investigación) que debemos retener a nuestra mirada es el hombre en el mundo como un todo en su cotidianidad práctica. Alguien podría entonces objetar que hemos descartado en este todo hermenéutico lo que en el pensar clásico habría sido el punto de partida: el conocer, la intelección o la posición teórica. Ya que desde Descartes hasta Husserl lo primero es el conocer como cogitatio de las ideas o como constitución del sentido del objeto. Por su parte Aristóteles hablaba de un noûs y de un lógos praktikós, que en la Edad Media fue traducido de diversas maneras (por ejemplo intellectus speculativus et practicus)36. ¿Cómo es que pensamos invertir esta milenaria tradición? La cuestión debe situarse adecuadamente, y de esta manera se superará la metafísica de la modernidad y se hará expreso lo implícito del pensamiento clásico. La actitud práctica no es simplemente ateorética en el sentido que no tenga ninguna comprensión de lo que acontece en el mundo. La diferencia entre lo práctico y lo teórico no consiste en que lo primero actúa y lo segundo contempla. La conducta práctica, la actitud existencial posee, ciertamente, una comprensión de todo lo que hace frente dentro del mundo, pero su actitud no es teórica (véase esto en el capítulo VI de esta obra) sino cotidiana, práctica, existencial. Lo que se decía bajo el nombre de noeîn (Aristóteles) o de intellectus o syndéresis (Tomás) no era todavía un bíos theoretikós ni una vita contemplativa, sino un momento integrado indivisiblemente al ser del hombre en el mundo y, por ello, en función práctica. La captación o aprehensión que el hombre tiene de las cosas dentro del mundo, cotidiana y fundamentalmente, nunca se detiene en el mero aprender lo que la cosa es, sino que siempre, esencial e indivisiblemente, remite a todos los otros momentos de la situación existencial ética por lo que podemos decir que dicha aprehensión tiene necesariamente, en la actitud cotidiana, referencia a la prâxis. La bíos theoretikós puede darse (como ciencia o filosofía) pero en este caso surge desde la cotidianidad práctica a la cual, por otra parte, servirá al revestirse en ella.

La pregunta del § 1 fue lanzada en el sentido de cuestionarnos sobre cuál fue el fundamento de la moralidad en el pensamiento moderno. Ahora estamos en condiciones de comenzar a preguntarnos cuál es el fundamento de una ética que pretenda superar dicha metafísica. La pregunta podría plantearse de la siguiente manera: ¿Cuál es el fundamento de la ética si el tema de la misma es el hombre en situación existencial? ¿En qué se funda por último la situación existencial? ¿Es posible esclarecer el fundamento o el suelo sobre el cual el hombre edifica cotidianamente su existencia?

La pregunta puede contestarse pero necesita ser estrictamente entendida. En primer lugar, deberemos mostrar cómo accedemos al fundamento, para después desvelar éste mismo.

El hombre es hombre porque comprende el ser. Esta proposición tiene dos momentos: la comprensión y el ser. Nos ocuparemos ahora del primer momento o del modo de acceso al segundo.

Comprensión (noeîn, intellectus-synderesis, Verstehen), en el sentido en que aquí la tomamos, quiere significar aquella actualidad primerísima por la que el hombre se "abre" al círculo (circum-) u horizonte del mundo y, dentro de él e iluminado por la luz del ser (lumen intellectus agentis), es capaz de captar (-prendere) lo que los útiles son. Hay mundo desde la prioridad del ser, para un hombre que puede por la

com-prensión abrirse a dicho mundo (como a un ámbito iluminado: Lichtung) y que desvela o des-cubre lo que son las cosas en su ser. Esta com-prensión, sin embargo, no es una mera teoría ni se ejerce solamente en la actitud teórica. Esta com-prensión es el modo de acceso al fundamento y es ella misma el punto de partida de todo el orden existencial, es decir del ámbito de la cotidianidad. Es una com-prensión existencial. Con ello queremos designar una posición del hombre en el mundo, esencial (un modo de ser de la existencia misma), que está integrada indivisiblemente al todo que se denomina prâxis. No es una pura intelección racional ni especulativa; no es un pensar teórico que termina en el puro conocer o saber. Por el contrario, el mundo es una Totalidad de sentido, útiles (de cosas-sentido) cuyo "sentido-para" nos indica, al mismo tiempo, una totalidad de referencia, una intrínseca respectividad de significación. La com-prensión abarca el mundo como Totalidad y respectividad significativa existencial37.

De esta manera se plantean ahora cuatro cuestiones: ¿Qué significa com-prensión del ser? (§ 3). ¿En qué sentido la com- prensión es apertura al poder-ser? (§ 4). ¿De qué manera la com-prensión es mi pro-yecto en la temporalidad? (§ 5). ¿Cuáles son los horizontes concéntricos a priori de la com-prensión existencial? (§ 6).

EL FUNDAMENTO ONTOLÓGICO, TALLER 1

CAPÍTULO I

 

EL FUNDAMENTO ONTOLÓGICO

 

“Das Wunder aller Wunder ist reines Ich und reines Bewusstsein [La maravilla de las maravillas es el puro yo y la pura conciencia]” (EDMUND HUSSERL, Ideen III, § 12; Hus-serliana V, p. 75).

 

"...das Wunder aller Wunder dass Seiendes ist... [la maravilla de las maravillas: que

el ente sea]" (MARTIN HEIDEGGER, Nachwort zu: 'Was ist Metaphysik?', en Wegmarken, p. 103).

 

Podría parecer extraño que hayamos dejado para el capítulo sexto la cuestión del método de la ética. Sin embargo, es el mismo tema del pensar, de un pensar determinado por dicho tema, el que nos permitirá comprender la cuestión del método en su sentido propio. Nos internaremos primeramente en la cuestión misma acerca de la que trata el pensar ético usando ya un método sin hablar todavía sobre él. De esta manera, en camino ya hacia lo que es la meta de la misma senda: el ser-ético, nos será fácil discernir, volviendo simplemente la vista al propio caminar hasta ese momento efectuado, cuál sea el método de la ética.

 

§ 1. La fundamentación subjetiva de la moral moderna

 

El fundamento ontológico del pensamiento moderno, como lo hemos demostrado en Para una de-strucción de la historia de la ética, III, §§ 11-15, se encuentra en la subjetividad del sujeto que pone la objetividad del objeto. Si hemos de detenernos, para recordar, en algún autor moderno no podemos evitar volver a Kant. Para el filósofo de Königsberg la fundamentación del saber (Wissen) filosófica moral debe partir de un Faktum cuya evidencia sea indubitable, y por otra parte a priori, es decir, sin mezcla alguna de lo empírico; lo empírico es lo que puede ser objeto de la inclinación o amor patológico y que, en último término, se dirige hacia la felicidad.

 

La eudaimonía ha sido reducida a jugar el papel de supremo egoísmo empírico o sensible. El fundamento de lo ético-racional es la ley moral como hecho abismal (Abgrund), sin otro fundamento racional. Para Kant el hombre es un ente que pertenece simultáneamente a dos mundos: el mundo inteligible de las naturalezas puras y racionales (el Reino de Dios, racionalizado) y el mundo del cuerpo, empírico, sensible. Como todo el mundo empírico ha sido descartado como fundamento determinante de una "buena voluntad" (o voluntad moralmente buena), el fundamento de la moralidad del objeto representado debe proceder del mundo inteligible. La ley moral es un hecho que puede ser sabido y que manifiesta el reino de fines que sólo puede ser creído. Por ello dicha ley es el fundamento último y en el imperativo categórico se enuncia el principio a priori de toda moralidad posible. Para que una acción empírica sea buena es necesario que se cumplan las condiciones de su posibilidad. Todas las condiciones fundamentales son respetadas de cumplirse el principio que se enuncia en el juicio sintético a priori apodíctico de toda moral posible. Es decir, al obrar una acción empírica es necesario que la máxima de dicha acción haya sido asumida, en la representación a priori del objeto trascendental de lo a obrar, por la naturaleza universal o ley moral, de tal manera que lo que ordena la máxima puede constituirse en un acto que es posible moralmente ser obrado por todo hombre y en todo lugar. El sujeto (la voluntad libre) representa al objeto moral en la síntesis dialéctica por la que la máxima material y concreta es comprendida en la universalidad formal de la ley. La ley es el fundamento en cuanto permite al sujeto representar sintética y dialécticamente al objeto. Pero, ontológicamente, el fundamento de la ley es el mismo sujeto ya que la usa como punto de partida de su propio acto sintetizador (cuyo último horizonte es la unidad de apercepción). La ley da el ser al objeto, porque es su forma (da el ser moral); sin embargo, el que pone desde sí dicho ser es el sujeto que representa.

 

Por otra parte, y esto es decisivo históricamente, el sujeto no es ya un lógos com-prensor temático sino una razón práctica o voluntad. Es por la voluntad, como facultad moral, que la razón especulativa ha ampliado el horizonte aun de lo que conoce. La voluntad (se trata de una posible derivación del mito adámico)1 es ahora el modo privilegiado como se cumple

la subjetividad del sujeto. Las filosofías de Fichte, Schopenhauer, para culminar en Nietzsche proponen a la voluntad como el fundamento último de la moralidad; voluntad libre.

 

Una vez que el sujeto como voluntad no parte ya del horizonte del ser, ser que es des-cubierto por una com-prensión ahora dejada de lado, la ética se transformará en doctrina del lógos (lógica) o del arte, ya que es el sujeto el que representa desde sí como voluntad libre los caminos dialécticos de la historia, el que crea inventivamente su proyecto, el que constituye el valor que debe encarnar, también artísticamente, en su conducta o que simplemente reduce la ética a una axiología.

 

En efecto. Para Fichte "el sujeto de la conciencia y el principio de la efectuación es el mismo"2, porque "yo me encuentro a mí mismo, en tanto que mí mismo, sólo como queriendo"3. "El yo, en cuanto quiere, se da como inteligencia a sí mismo el objeto de su querer"4. El sujeto absoluto es el fundamento de la totalidad y se juega al fin como creador o agente.

 

El pensar hegeliano, que pudiera parecer en sus obras maduras un logicismo puramente racional, tiene una fundamentación práctica y moral. Hasta 1801 no había leído Hegel con seriedad la Crítica de la razón pura. Sus lecturas filosóficas de fondo habían sido la Crítica de la razón práctica y La religión dentro de los límites de la sola razón., obras del período "moralista" de Kant. En Hegel la subjetivización absoluta del pensamiento moderno tiene como punto de partida la cuestión moral. En Tübingen la teología era para el joven estudiante una fría, muerta y objetiva escolástica que se opone a la viviente religión subjetiva. En Berna la oposición se encuentra entre la religión objetiva (representada en el concepto abstracto de Kant) que oprime la religión subjetiva, particular, de las inclinaciones y el amor. En Frankfurt lo universal kantiano (el Sollen) es suplantado por la vida (el Sein): vida que unifica y asume en la subjetividad la pura objetividad muerta. El Hegel definitivo identificará la filosofía con la Vida del Absoluto, que será el universal concreto (superación de la oposición entre la ley moral como forma y la máxima como materia empírica)5. La lógica de la identidad es sólo el resultado de una voluntad moral decidida de unidad: unidad que es "la síntesis (die Synthese) del sujeto y del objeto, en la cual el sujeto y el objeto han perdido su posición (Entgegensetzung)"6. Por otra parte, el fondo de todo el pensamiento hegeliano es la continuación de la filosofía del Reino de Dios kantiana7 como se ve ya en su juventud ("die unsichtbare Kirche")8 y hasta en su vejez ("das Reich des Geistes")9. El fundamento último de la moralidad (no ya como Moralität, sino principalmente como Sittlichkeit) es la subjetividad absoluta como totalidad resultante y final10. Esta subjetividad como identidad perfecta en el Saber absoluto es el fundamento último de la ética. Todo es uno; es decir, la subjetividad absoluta incluye en su inmediatez todo, pero termina por ser, "cuando la filosofía se toma seriamente" y no se pierde en los objetos o en la reflexión subjetiva, "la actividad (Tätigkeit) del Saber absoluto"11. La ontología de Marx, su ética, debe inscribirse, aunque con variantes, en esta misma tradición12.

 

Por su parte el idealismo de Schelling13 incluirá en su Ichheit (subjetividad también absoluta) la totalidad del no-yo. El mismo Schopenhauer, en su obra Sobre el fundamento de la moral, cuando explica cuál es el primer principio o base de toda moral recurre a una ontología monista, ya que si debe considerarse a la compasión (Mitleid)14 como fundamento ético de una moral desinteresada y pura, en verdad el último fundamento se encuentra en que "un solo y mismo ser es el que se manifiesta en todo lo que vive. Así, no nos equivocamos cuando suprimimos toda barrera entre el yo y el no-yo"15. Pero esa única Wesen es igualmente y en último término una subjetividad que se manifiesta como única, absoluta.

 

Un paso más y encontramos a Nietzsche, donde la subjetividad de la metafísica moderna toma ahora su figura extrema de "voluntad de poder"16; voluntad que expresa el dominio del sujeto al aniquilar los valores establecidos y sobre-pasar-los gracias a una "puesta de valores" (Wertsetzung) artístico- productora. El fundamento de los valores morales y de toda moral reside nuevamente en la subjetividad.

Por su parte la escuela fenomenológica, axiológica en ética, queriendo evitar los psicologismos del siglo XIX no dejará por

ello de dar primacía a la subjetividad. En Husserl la subjetividad pura es el fundamento de la intencionalidad. La intención en cuanto "conciencia-de" constituye el correlato de tesis-noema. La intención estimativa no constituye el objeto, pero en cambio da el ser al sentido del objeto, al como el objeto es accedido por el sujeto intencional. El valor, el ámbito ontológico de los valores, tiene su último fundamento en la subjetividad intencional o trascendental pura. La ética, tanto como axiología que como praxis pura (es decir, actividad realizadora de lo dado en el ámbito axiológico), es doctrina de arte para Husserl17. Max Scheler18, von Hildebrand y Nicolai Hartmann, con variantes, se mueven en un mismo ámbito ético. El fundamento de la moral fenomenológica de tipo husserliano es la subjetividad del sujeto. Refiriéndose a las Ideen I aparecidas en el segundo decenio de nuestro siglo, Heidegger, como indicación autobiográfica, nos dice que "ambos títulos subjetividad y trascendental manifiestan que la fenomenología se había convertido consciente y decididamente a la tradición de la filosofía moderna"19.

 

No queremos dejar de indicar tampoco la existencia de un importante movimiento, en especial en el mundo anglosajón que podría denominarse el "logicismo ético". A partir de la lógica y de la filosofía del lenguaje se analizan los temas de la ética a fin de desenmascarar falacias de diversos tipos. En el siglo XX esta tradición tiene su primer representante en la figura de G. E. Moore con su Principia Ethica (1903). Moore muestra la frecuencia y el sentido de la “falacia naturalista”, que consistiría en haber confundido "lo bueno" con "lo placentero", el género con la especie20. Moore supone la existencia y doctrina de los valores, pero de ellos no tiene un saber explícito. Gracias al aporte de Ludwig Wittgenstein21 y de Ayer22 la ética del lenguaje llegó a sus más extremos resultados positivistas. Aun sin alcanzar a adoptar dicha posición, toda la teoría ética-lógica del lenguaje (como en el caso del autor latinoamericano Roberto Hartman)23, se funda en el a priori de la existencia de los valores, que son "manejados" como entidades ideales y a los que se le "someten" a verdaderos malabarismos logísticos propios del juego, pero no de una ética en la que el hombre se encuentra real y dramáticamente

comprometido.

 

Como la fundamentación final del valor se define dentro de la subjetividad, este hecho nos permite no entrar en una crítica de detalles. Todas las falacias que indica esta tradición de las otras éticas supone el hecho del valor. Pero dicho valor nunca es expresamente fundado. En este caso ni von Rintelen24, ni tampoco Ortega25 han dicho, ontológicamente, lo que

es el valor. Con ello todo el edificio logístico queda en el aire.

 

En el pensamiento francés, la figura de Sartre, por último, es de extremo interés para la ética. Teniendo en cuenta sus obras ontológicas principales (en especial L'être et le néant) llega a decir en L'existentialisme est un humanisme que "en el punto de partida no puede haber otra verdad que ésta: pienso, luego soy"26, de donde se deduce que "lo que hay de común entre el arte y la moral es que, con los dos casos, tenemos creación e invención. No podemos decir a priori lo quenhay que hacer...

[Es necesario] inventar su misma ley"27. Nuevamente, el fundamento último de la moral es el sujeto; el sujeto libre que siendo un para-sí abre una brecha en el compacto ente en-sí, como una nada, como lo absurdo, como lo incondicionado y

creador. No es Nietzsche el último paso de la metafísica moderna; el último paso lo da Sartre al pensar que la existencia

construye la esencia del hombre. La subjetividad daría al hombre su propia esencia. Todo reside en ella y todo surge y es

puesto desde ella: desde el sujeto.

 

Pero... el ser sujeto ante un objeto no es el modo más radical de ser del ser del hombre. El hombre antes que sujeto es ya un hombre abierto al mundo, en el mundo. Antes que sujeto el hombre es un ente mundano que puede, como uno de sus modos de ser, tomar la actitud de sujeto ante un objeto. Pero este modo de ser no es originario sino fundado, segundo.